El fundador de Synex construye resonancias magnéticas portátiles para analizar la glucosa

Allá por 2019, el fundador de Synex Medical, Ben Nashman, pasó la noche detenido por la aduana estadounidense. Nashman trató de explicar que simplemente estaba transportando materiales de Buffalo a Toronto para su resonancia magnética casera. En la aduana, sin embargo, no estaban de acuerdo con la etiqueta del paquete: «resonancia magnética nuclear».

Nashman pasó horas en una luminosa sala de espera hasta que por fin les convenció de que en realidad era un científico corriente de 18 años obsesionado con la tecnología de resonancia magnética. Le dejaron llevarse su imán de casi 80 kilos y regresó a Toronto. «Volví como a las 3 o las 4 de la madrugada y dormí unas horas antes de ir a clase», cuenta.

Nashman, que ahora tiene 24 años, puede que acabara en una lista de personas sospechosas, pero insiste en que mereció la pena: esa noche tan larga formaba parte de su viaje de años para construir una resonancia magnética portátil capaz de analizar la glucosa y otras moléculas importantes sin necesidad de extraer sangre. Hoy, la empresa está un paso más cerca de ese objetivo, al anunciar una recaudación de fondos de Serie A de 21,8 millones de dólares, con inversores como Accomplice, Radical Ventures, Fundomo y Khosla Ventures. Con ello, la empresa ha recaudado más de 36 millones de dólares, incluida la financiación inicial de Sam Altman.

De momento, el prototipo de Synex tiene el tamaño de una tostadora, aunque Nashman espera que algún día quepa en la palma de la mano. Primero utiliza la resonancia magnética para crear una imagen tridimensional del dedo y encontrar el mejor punto para la prueba. A continuación, utiliza algo llamado espectroscopia de resonancia magnética para enviar pulsos de radio que «excitan las distintas moléculas», explica Nashman. A continuación, la máquina toma las señales de todas las moléculas y filtra en busca de una específica. Synex empezará analizando la glucosa, pero acabará analizando aminoácidos, lactato y cetonas.

La empresa presentó a Diane Morency, una mujer de Massachusetts que padece diabetes de tipo 2 desde hace años. «Tengo agujeros en los dedos», me dijo, y añadió que ya no puede tocar el ukelele por el dolor. «Sería una bendición no tener que pincharme los dedos nunca más».

Pero hay una razón por la que las pruebas de glucosa no invasivas no se han comercializado: es difícil hacer un seguimiento preciso de la glucosa sin extraer sangre, y es aún más difícil hacer que el dispositivo sea portátil o asequible. «Creíamos que iba a ser un hito absoluto», afirma Jun Jeon, inversor de Khosla Ventures especializado en atención sanitaria.

Jeon aún no ha probado el prototipo de Nashman, pero afirma que, si Nashman puede cumplir sus promesas, entonces «ha sido una apuesta que ha merecido la pena».

Obsesión por la longevidad

Nashman siempre sintió curiosidad por vivir para siempre.

Cuando tenía unos 16 años, entró en la consulta de su veterinario armado con estudios científicos impresos. Había decidido que su perro debía tomar rapamicina, un fármaco inmunosupresor polémicamente anunciado por los entusiastas de la longevidad. El veterinario no tenía ni idea de lo que hablaba Nashman. «Me dijo: ‘Esto es demasiado experimental para mí'», recuerda Nashman.

La negativa del veterinario no lo desanimó. “Más tarde, le pedí a mis padres que lo hicieran y yo me puse a ello”, se rio. “Sinceramente, creo que todo debería estar ahí”.

Fue el primero de varios autoexperimentos de longevidad. Nashman tomó brevemente el fármaco para la diabetes Arcarbos, desembolsó miles de euros por un escáner corporal completo Prenuvo y, como tantos otros en Silicon Valley antes que él, se hizo con un monitor continuo de glucosa. Su obsesión por la salud coincidió con su fascinación por la física, sobre todo por la «elegante» ciencia de las resonancias magnéticas y lo mucho que podían revelar sobre el cuerpo humano.

A los 17 años ya había pedido material por Internet para fabricarse una resonancia magnética improvisada en su dormitorio (era «una auténtica porquería», dice). A los 18 ya había hecho unas prácticas de imagen cerebral en el Hospital Mount Sinai de Toronto y se había matriculado en ingeniería en la Universidad de Toronto. «Creo que tengo el récord de imágenes por resonancia magnética», afirma. «Probablemente me haya escaneado el dedo miles de veces».

Se dio cuenta de que la tecnología de resonancia magnética podría ser el último truco de longevidad, dándole más información sobre su cuerpo que un anillo Oura o Whoop jamás podría. Primero vendió sus sueños a Altman, a quien conoció en 2019, y luego a Peter Thiel, con quien consiguió la beca Thiel en 2021.

Puede que Nashman tenga a los señores de Silicon Valley de su parte, pero sigue entrando en un espacio muy concurrido con una competencia bien capitalizada. Empresas como Know Labs y DiaMonTech, con sede en Berlín, están fabricando sus propios productos no invasivos. Según los informes, Apple haestado trabajando silenciosamente en un monitor de glucosa no invasivo, y Google también intentó una vez fabricar su propia lente de contacto de monitorización de glucosa antes de pausar el proyecto en 2018.

Synex Medical se enfrenta a una ardua batalla a partir de ahora. La empresa tendrá que someterse a rigurosos ensayos clínicos para demostrar a la FDA que su máquina puede aislar con precisión las moléculas de glucosa. También queda la duda de si Nashman podrá realmente conseguir que la tecnología tenga un tamaño portátil. Si no, «no sería demasiado útil», dice Morency. «No nos serviría de nada fuera de casa».

Pero supongamos que Nashman lo consigue. Supongamos que Synex supera con éxito los ensayos aprobados por la FDA y reduce la actual tostadora metálica a algo que cabe en la palma de la mano. Según Jeon, inversor de Khosla, su debut se producirá en un sector sanitario que lleva mucho tiempo luchando para que las nuevas tecnologías sean asequibles. «No hay muchas infraestructuras ni reembolsos que permitan a todos los pacientes acceder a esta tecnología», afirma Jeon.

Para Nashman, la posibilidad de una vida más larga merece la pena. «Quiero saber exactamente qué necesita mi cuerpo. Quiero saber lo que necesitan mis padres», dijo. «Una tecnología como ésta es justo lo que se necesita para dar paso a esa era de la medicina predictiva».

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