Los responsables de la NASA anunciarán el sábado su decisión final sobre si dos astronautas de la NASA, Butch Wilmore y Sunita Williams, regresarán a la Tierra en la nave Starliner de Boeing o lo harán en SpaceX, una decisión que podría tener un enorme impacto en la industria espacial, en rápida evolución.
Esta es la historia. Boeing lanzó su primera misión Starliner tripulada el 5 de junio para lo que se suponía iba a ser una estancia de ocho días en la Estación Espacial Internacional (ISS). La misión debía ser el último y crucial obstáculo antes de que la cápsula fuera certificada para realizar vuelos regulares de transporte de astronautas hacia y desde la ISS.
Pero en la fase final de su aproximación a la estación, la nave Starliner experimentó una serie de problemas técnicos: el fallo de varios propulsores y fugas de helio en el sistema de propulsión.
Tras una hora de retraso, los ingenieros consiguieron volver a poner en funcionamiento cuatro de los cinco propulsores averiados (el Starliner tiene 28 propulsores). Pero desde entonces, la NASA y Boeing han estado investigando la causa de los problemas, incluyendo el análisis de datos de los propulsores a bordo del Starliner y pruebas en tierra de propulsores de réplica en las instalaciones de pruebas de White Sands, en Nuevo México, para estudiar el rendimiento en condiciones similares a las que experimentará la nave espacial cuando salga de la estación.
«Nuestra mayor preocupación es que el encendido de órbita sea un éxito, asegurándonos de que el sistema de propulsión funciona como es debido durante todo el encendido de órbita», declaró Ken Bowersox, administrador asociado de la NASA, durante una conferencia de prensa a principios de este mes.
La NASA ha reconocido que los funcionarios de la organización no se ponen de acuerdo sobre la forma correcta de proceder en el futuro. Boeing, por su parte, ha hecho declaraciones públicas sobre la seguridad del Starliner y la minuciosidad de la campaña de pruebas.
La decisión del sábado pondrá fin al debate. Si la agencia determina que el Starliner no es lo bastante seguro para volar a casa, se desacoplaría de la estación, y Williams y Wilmore regresarían a bordo de una cápsula Dragon de SpaceX. (En este escenario, el Starliner podría regresar a la superficie de forma autónoma y segura, pero la óptica no es muy buena).
La NASA ya ha retrasado un mes, hasta el 24 de septiembre, el lanzamiento de la misión Crew-9 de SpaceX a la ISS; Williams y Wilmore utilizarían ese vehículo para regresar a la Tierra al final de su estancia, en febrero de 2025.
Si la NASA determina que el Starliner debe regresar vacío, podría eliminar a dos astronautas del manifiesto de la Crew-9 para hacer sitio al regreso de Williams y Wilmore. La otra opción sobre la mesa es que un astronauta del Starliner regrese con la Crew-8 y otro con la Crew-9, aunque sería la primera vez que una Dragon de SpaceX transporta a cinco tripulantes a la vez.
A diferencia de Starliner, Dragon ha demostrado su buena fe a la NASA. La nave se ha convertido en un elemento fundamental para la agencia espacial, ya que es el único medio de transporte de fabricación estadounidense para los astronautas (entre otras cosas, la política mundial imposibilita el uso de la cápsula rusa Soyuz y sus instalaciones). La Dragon de SpaceX completó su misión de certificación tripulada en 2020 y desde entonces ha realizado ocho misiones tripuladas para la NASA y un puñado más de misiones privadas de vuelos espaciales tripulados. La Starliner es la única competencia creíble en estos momentos, y si se eliminara del tablero, la Dragon estaría aún más solicitada.
La dirección de la NASA, incluido su administrador jefe, Bill Nelson, celebrará el sábado lo que se conoce como una «revisión a nivel de agencia» de los datos, también llamada Revisión de Preparación para el Vuelo, y dará una conferencia de prensa poco después.
Tanto la NASA como Boeing se juegan mucho. Boeing ha invertido más de 1.500 millones de dólares en su programa Starliner, y no está claro si el gigante aeroespacial continuaría con su desarrollo en caso de que esta misión de prueba resultara un fracaso. La NASA, por su parte, ha pagado a Boeing 4.200 millones de dólares a lo largo de los años para el desarrollo de la nave espacial, con la esperanza de tener dos proveedores comerciales de transporte de astronautas en línea. Si su decisión del sábado se traduce en la interrupción de uno de ellos, podría dar lugar a algunas conversaciones presupuestarias incómodas.
En cualquier caso, es probable que la decisión del sábado se considere un momento decisivo para los vuelos espaciales privados y las asociaciones público-privadas.